Éstos son los personajes más importantes

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Capítulo 54

Estuvieron conduciendo durante unos buenos treinta minutos y llegado este momento, Tom le pasó unos pañuelos a Bill para que con ellos tapara los ojos de las chicas. Tras protestar enérgicamente durante, las chicas al final se dejaron velar los ojos para que la sorpresa fuese más inesperada.
-    ¿Vamos a un restaurante muy caro? – aventuró June, ya con los ojos tapados.
-    No – contestaron los gemelos a la vez, con una enorme sonrisa en los labios.
-    ¿A un club nocturno? – preguntó Mery con picardía.
-    Sí, claro amor. A las once y media de la mañana – rió su novio -. Pues claro que no.
-    ¿De compras? – otra vez June.
-    No – Bill le dio un beso en la mejilla y ella se apoyó contra su pecho mientras los brazos del chico la rodeaban.
-    ¿Al parque de atracciones?
-    Aunque acertéis no os lo vamos a decir – rió Tom.
-    Uy, estás evadiendo el tema – sonrió Mery -. Eso es que andamos cerca.
-    Puede que sí o puede que no – contestó Bill con misterio.
Tras otros diez minutos, en los que terminaron de llegar al sitio especial y Tom aparcaba, por fin llegaron a su destino. Las bajaron del coche a ciegas y les hicieron andar unos cuantos metros a ciegas y cuando llegaron a la puerta de su sorpresa. Les quitaron los pañuelos y ellas pudieron ver que estaban a las puertas del… Zoo Aquarium de Madrid.
-    Hacía años que no venía – rió June ilusionada, mientras tiraba de Bill y corrían hacia la cabina para comprar la entrada.
-    Tom, es lo mejor que podríais haber hecho – le dio las gracias Mery a su novio mientras miraba a su amiga enternecida.
-    ¿Por qué? – le preguntó intrigado, mientras rodeaba su cintura con los brazos y apoyaba su barbilla en el hombro de ella.
-    June venía a menudo aquí con sus padres – explicó la chica mientras miraba lo tiernos que estaban June y Bill entrando y les tocaba a ellos comprar entradas -. Era una especie de ritual que seguían cada verano hasta que ella se hizo mayor y ya dejaron de venir. Ella siempre ha guardado sus mejores recuerdos de ellos en este sitio – añadió mientras empezaba a hurgar en su bolso.
-    Me alegro por ella entonces – mientras detenía su mano y sacaba su propia cartera -. Espero que estuvieses buscando el móvil para ver qué hora era, porque como fueses a darme dinero para pagar tu parte me sentiría ofendido.
-    Pero amor… - protestó Mery mientras su novio pagaba la entrada de los dos -, no es muy barato que digamos.
-    Nuestra primera velada romántica costó mucho más – le sonrió con picardía -. Además es de las pocas cosas que puedo ofrecerte – añadió mientras recibía las entradas de mano de una señora que mascaba chicle al otro lado de la ventanilla, aburrida.
En aquel momento Mery se giró repentinamente y le besó con pasión y mucho, muchísimo amor mientras rodeaba su cara con las dos manos. El chico, cuando se recuperó de la primera impresión, rodeó la cintura de la chica con los dos brazos y le siguió el beso.
-    No digas eso ni en broma – le riñó Mery cuando se separaron y escondió su cabeza en el hueco entre su cuello y hombro -. Tú puedes ofrecerme mucho.
-    ¿Cómo qué? – la retó él.
-    Amor – contestó ella sin dudar y besándolo otra vez -. Y una vida feliz a tu lado – añadió cuando se separaron.    
-    Mentira. Lo único que te podré dar es angustias y celos – protestó el chico, ya con cierto dramatismo.
-    Mira Tom, eso ya es una rotunda barbaridad con b de burrada – comenzó a medio enojarse Mery -. Apréciate un poco más, sé hombre, no te pongas a lloriquear como una niña
-    ¿Me acabas de decir niña? – sonrió Tom, olvidado el momento melodramático.
-    ¿Qué vas a hacer? – preguntó Mery mientras empezaba a correr.
Pero Tom fue más rápido, la alcanzó y la levantó en vilo para echársela sobre un hombro como si fuera un saco de patatas. Cuando pasaron la valla que daba al Zoo se les acercó un fotógrafo que los miró asombrado mientras les preguntaba si querían que les sacara una foto.
-    No – sonrió Tom -, sería muy comprometida.
-    ¡Bájame de aquí, alimaña! ¡Bruto! ¡Animal de feria! – protestaba Mery mientras se sacudía y le pegaba manotazos a su novio en la espalda -. ¡Bestiaaaa! ¡Suéltame de una vez!
-    Sólo si admites que no soy niña y soy todo un macho cabrío – negoció Tom.
-    ¿En serio? – tanteó Mery.
-    En serio – prometió Tom.
-    De acuerdo – suspiró, divertida -. Eres todo un “Macho-man”. Un hombre con h mayúscula, un “¡semental, baby!” en palabras de Asno el de Shrek…
-    Ya, ya… - rió Tom mientras la bajaba ante la atónita mirada de los otros dos -, con tantos halagos vas a conseguir que me sonroje.
-    Oye, par de tórtolos -  les llamó Bill -. Dentro de un rato hay una exhibición de delfines, ¿vamos a verla?
-     ¿A qué hora? – preguntó Tom.
-    A las doce – contestó June, examinando la hoja con los horarios de exhibiciones que les habían dado en la entrada.
-    Pues son menos diez – dijo Mery mirándose el reloj que llevaba en la muñeca -. Así que si nos damos prisa, llegamos y estamos allí un rato, cómodamente sentados.
-    ¡Hey! – exclamó June mirando el reloj de su amiga -. Ése te lo regalé yo.
-    Sí – sonrió la otra -. Es uno de los que más uso.
-    Bueno, ¡allá vamos delfines! – exclamó Bill mientras empezaba a andar hacia delante pero lo paró June, agarrándolo de su abrigo.
-    Que no es por ahí – rió mientras le daba media vuelta -, si vamos por aquí llegaremos mucho antes.
-    Como mandes, princesa – Bill le cogió de la mano y se pusieron rumbo a la piscina de los delfines.
Rápidamente, Tom y Mery les alcanzaron, también cogidos de la mano, y anduvieron al lado de ellos. Rieron mientras les alcanzaban y no paraban de gastarse bromas entre ellos. Llegaron cinco minutos antes de que empezara el espectáculo de los delfines.
Los cuatro disfrutaron mucho de él. Los gemelos viéndolo por primera vez y admirando la inteligencia de aquellos bellos animales y las dos amigas recordando momentos felices pasados.
Paseaban tranquilamente excepto cuando alguna de las dos amigas, veía algún animal al que le hacía ilusión ver y agarrando la mano del que tuviese más cerca, echaba a correr hacia su jaula y se ponía a hacer morisquetas con la cara a través del cristal o lo que fuera que mantenía cautivos a los animales.
Comieron en uno de los restaurantes que proporcionaba el Zoo y después siguieron el caprichoso recorrido que June y Mery habían puesto, recorriendo el Zoo sin orden alguno.
Al final del día, recibieron una llamada de Dasha, que volvía de la casa de sus familiares en compañía de Georg y Gustav. Los chicos ya no tenían ninguna razón por la que quedarse en el hotel que estaba cerca del hospital, y de momento no sabían dónde podían quedarse.
June les ofreció su casa para que se quedaran allí durante el tiempo en el que encontraban otro hotel o para que se quedaran allí hasta que tuvieran que irse. El piso en el que vivía junto con Dasha y Mery. Era muy grande, ya que los padres de June habían sido lo suficientemente ricos por ser los copropietarios de la empresa de coches en la que trabajaba Eric, junto con el padre de éste último. Además habían comprado unas acciones que habían algunos años después habían vendido a muy buen precio y consiguieron reunir una pequeña riqueza más con aquello.
No habían sido personas materialistas, porque habían ayudado tanto a unos cuantos albergues de indigentes y mandaban una respetable cantidad de dinero a países tercer mundistas, siendo el intermediario el tío de la madre de June, que trabajaba solidariamente en un país llamado Burundi, por lo que sabían que el dinero llegaba allí sin perderse.
Cada una de las tres amigas dormía en una habitación y aún así, quedaba una libre, porque también habían comprado parte del desván, que quedaba justo encima del apartamento, y allí habían construido otra habitación y otro baño. Aparte, siempre quedaban los sofás del salón.
Los chicos le agradecieron el gesto y condujeron junto a Dasha hasta la casa de la recién salida del hospital. Una vez estuvieron en el apartamento, June dispuso las habitaciones de modo que todos pudieran descansar tranquilamente. Todas las habitaciones tenían dos camas, excepto la de ella, que tenía una cama de matrimonio enorme. Dispusieron que en el desván dormirían Georg y Gustav, Dasha en su habitación, Mery y Tom en la de la primera y Bill compartiría la cama con la propietaria de la casa.
Todos silbaron, traviesos y pícaros, cuando Bill sonrió encantado al enterarse de que iba a dormir en compañía de su novia.
-    Juntitos ¿eh? – lo pinchó Tom -. Parece que mi hermanito va a por todas.
-    ¡Cállate! – rugió el cantante, poniéndose colorado de la vergüenza.
-    Tom, me parece a mí que no eres el más indicado para decir nada – lo retó June -, ¿no crees?
-    Pero todo el mundo se esperaba eso de mí – rió el gemelo mayor -, pero de él…
-    Mira Tom – lo amenazó Mery -, como continúes con esa odiosa actitud de hermano mayor, te pasas una semana sin mojar.
Todos los demás lo miraron entre atónitos y asombrados. Sin saber si echarse a reír o apartar la vista avergonzados.
-    Vosotros fingid que no habéis oído nada – les ordenó a los demás mientras se dirigía a la cocina para empezar a cocinar algo.
Aquello superó cualquier obstáculo que les había impedido reírse y empezaron a desternillarse. No aguantaban las carcajadas al ver la cara de desconcierto que tenía Tom pintada en la cara mientras miraba hacia donde su novia había desaparecido.
June le dio una colleja cuando pasó al lado de él para ayudar con la cena para que reaccionase. Dasha la siguió de cerca, pero se limitó a mirarle a la cara y seguir riéndose. Por fin, pareció reaccionar y se fue él también a la cocina y cogió a Mery por la cintura desde detrás. Ella estaba mezclando la harina y la leche para hacer una besamel para los espaguetis que se estaban cociendo al lado en una cacerola.
-    Sin mojar, ¿eh? – rió apoyando su barbilla en su hombro y susurrándole al oído -. Yo no aguantaría, pero… ¿y tú? ¿Crees que tú aguantarías?
-    ¿Eso que oigo en tu voz es un reto? – le retó ella separándose un poco y poniendo los brazos en jarras.
-    No, porque capaz que te lo tomas en serio – siguió riéndose y fue saliendo de la cocina.
-    ¿Te vas así, sin más? – protestó ella, poniendo morritos.
-    ¿Quieres que te ayude a cocinar? – Tom fingió que no sabía a qué se refería, volviendo a acercarse hacia ella -. Te aviso de antemano que soy malísimo.
-    No, tonto – protestó mientras le ofrecía la mejilla pero él le besaba los labios -. Tramposo – rió, mientras volvía a salir y ella se quedaba con las chicas.
Terminaron el día, relajados y contestos de estar unos con los otros. Cenaron entre risas y bromas los deliciosos espaguetis que había preparado Mery con la ayuda de June y Dasha.
June recibió una llamada de su primo cuando se estaba acostando y le prometió que al día siguiente iría a su casa a desayunar y que sentía mucho no haber podido estar ese día con ella.
Colgó, feliz, de estar ya por fin en casa y rodeada de las personas que quería y la querían. Se metió debajo de la colcha gordita que usaba para calentarse en invierno y se abrazó al pecho de Bill, que la recibió medio dormido rodeándole el talle con los brazos. Susurró un confuso “buenas noches” en su oído cuando la apretó contra su cuerpo y al poco rato ya respiraba acompasadamente, muestra de que estaba profundamente dormido.
Se durmieron todos tranquilos, sin nada que les preocupase, olvidada la misteriosa llamada que había recibido por la mañana por parte de Tom. Pero pronto descubrirían que las cosas no les iban a ser tan fáciles como hasta entonces. Para dar fe de ello, una malvada sonrisa se escapaba de una mujer que en aquel momento se alejaba del edificio en el que estaban, una vez vio que todas las luces se apagaron.
Pronto, las cosas empezarían a ponerse tensas, aunque ninguno de ellos sospechaba nada todavía porque… ¿de qué tendrían que preocuparse?...

Capítulo 53


-       Despierta cariño – susurró la voz de una chica contra la parte que unía el cuello y la espalda del chico.
-       Cinco minutos más, amor – le pidió Tom a Mery que intentaba desperezarlo agitándolo un poco con las dos manos.
-       Venga, tenemos que ir a buscar a June al hospital, porque le darán el alta dentro de dos horas y tú solo piensas en dormir – se quejó Mery mientras seguía agitándolo.
-       Mentira – respondió Tom, desperezándose de inmediato y dando una rápida vuelta mientras agarraba a su novia de las muñecas y hacía que cayese tumbada sobre su cuerpo -. También pienso en hacer cosas más interesantes contigo.
-       Basta Tom – pidió la chica con un suspiro cuando un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir los labios del chico en el hueco debajo de la oreja y una de sus manos avanzar para arriba sobre las piernas hacia una zona más delicada.  
-       Pero sabes tan bien como yo que te gusta – ronroneó el chico contra su cuello.
-       Pues claro que me gusta – rió ella, intentando alejarse -, pero ahora no es momento. Tenemos que irnos.
-       Aguafiestas – se quejó el chico mientras la soltaba y dejaba que se alejara.
Él también se pudo de pie mientras la chica se alejaba arreglándose el pelo y riéndose. Se deleitó mirando la curva de su espalda y sus caderas. Al tener los brazos levantados para recogerse aquella brillante cabellera, la camiseta se le había levantado y dejaba ver una tira de piel encima de la cinturilla de los pantalones. Cada día que pasaba se enamoraba más de aquella chica.
-       ¿Te he dicho que estás hermosa? – le preguntó a gritos -. Esa camiseta te queda de lujo.
-       Acabas de hacerlo – rió ella, girándose un poco hacia él y sin dejar de andar.
(Llevaba eso puesto)


Tom sacudió la cabeza, divertido, y se acercó al armario para coger algo de ropa. La dejó a los pies de la cama y cogiendo una toalla y su neceser, se metió en la ducha. Aquel día las cosas iban a volver a la normalidad. Por lo menos en lo que a las chicas refería, porque June por fin iba a salir de aquel dichoso hospital.
Era cierto que para la magnitud del accidente que había tenido, el tiempo que había pasado en el hospital era mínimo, pero tanto ella como los demás estaban hartos de encontrarse allí y tenían ganas de salir de entre aquellas paredes blancas y luminosas, pero también siniestras, teniendo en cuenta que el noventa por ciento de la gente que estaba allí era porque estaba enfermo.
Y Bill era el que más contento estaba de todos. Había echado mucho en falta llevar a June al cine o a un restaurante para tener una cita romántica. Por fin se habían dejado las cosas claras y ya eran novios de palabra y sentimiento.
Mery estaba en la cocina, sumida en sus pensamientos, mientras preparaba algo ligero pero sustancioso para desayunar. Sonreía, contenta, mientras preparaba los crepes a los que les esperaba un bote de Nutela (N. A. = Marca de chocolate en “líquido”). Había dejado un par de cartones de leche encima de la mesa, al lado del bol con fruta.
Dasha se había marchado hace rato a la casa de sus padres para estar un rato con ellos antes de volver con sus amigos para celebrar la salida de June del hospital. Georg y Gustav se habían ido con ella.
La chica estaba tan distraída en sus pensamientos, que al terminar de preparar el desayuno, se fue a llamar a Tom a la habitación para que supiera que todo estaba preparado. Sin pensarlo mucho, abrió la puerta de su habitación…
… y se paró de golpe al ver la espalda desnuda de Tom, agachándose para coger la ropa de la cama. Sus ojos recorrieron toda la longitud de aquella larga y fuerte espalda. Se paró en los hombros, en aquellos nudos de músculos fuertes que se contraían con cada movimiento que hacía. Y por supuesto en las gotas de agua que caían por su espalda.
Siguió mirando extasiada durante unos segundos más el perfecto cuerpo su novio contorsionarse para alcanzar sus prendas de vestir hasta que éste, que se dio cuenta de que Mery le estaba mirando, se irguió cuan alto era y le devolvió la mirada.
-       ¿Pasa algo? – le preguntó en parte extrañado de que lo mirara tan fijamente.
-       No, nada – respondió ella sonrojándose, lo que respondió sin necesidad de palabras a la pregunta que se hacía Tom.
-       Así que te has quedado embobada mirándome ¿eh? – la provocó mientras se acercaba hacia ella, con una ceja arqueada y una mirada sexy.
-       No… yo sólo… – tartamudeó ella, dando pasos hacia atrás a medida que él se iba acercando a ella, lentamente, y sin camiseta todavía.
-       Shhh – le dijo Tom cuando la alcanzó y la apretó contra la pared con su cuerpo, haciendo que un escalofrío recorriera el cuerpo de la chica.
No le dejó decir nada más y la besó con pasión encendida. Bebiendo de sus labios el dulce néctar que le hacía falta para vivir. Sus manos empezaron a vagar sin rumbo debajo de la camiseta de la chica. Mery dejó de debatirse por un rato, pero luego volvió a recordar que tenían el desayuno preparado y que tenían que ir a buscar a June y Bill.
Se separó como pudo de los insistentes labios de Tom y de sus ansiosas y enamoradas caricias.
-       Tom… - intentó decir contra sus labios -… ahora no podemos. Tenemos que ir a buscar a los tortolitos.
-       Pueden esperar un poco – gruñó él contra su cuello.
-       No, Tom – dijo esta vez con firmeza y lo apartó con fuerza.
-       Está bien – aceptó Tom de mala gana separándose de ella.
Mery dejó que terminara de buscarse y le dijo que se pasara por la cocina para desayunar. Llegó Tom y se pusieron los dos a desayunar cuando el chico recibió una misteriosa llamada a su móvil. Era un número desconocido. Cruzó una mirada extrañada con Mery y decidió responder a pesar de todo.
-       ¿Diga? – preguntó al que fuera que le había llamado.
-       ¿Eres Tom Kaulitz? – le llegó una voz distorsionada desde el otro lado de la línea.
-       ¿Debería responderte que sí o que no? – preguntó dudoso el chico -. ¿Te conozco?
-       Lo eres, conozco tu voz – comentó la voz.
-       ¿Te conozco? – repitió el chico. No le sonaba para nada aquella voz, ni siquiera era capaz de decir si era chico o chica.
-       Sí, pero o vas a saber quién soy porque no quiero que sepas quien soy – le contestaron desde el otro lado -. Ahora escúchame atentamente y trasmítele luego el mensaje a tu hermano, porque os va a interesar mucho la propuesta que os voy a hacer.
-       No sé si me interesa lo que me pretendas contar – intentó darle poca importancia y tranquilizarse.
-       Créeme – le llegó la voz -. Te interesa… y mucho encima.
-       Pues cuéntame qué es lo que quieres – Tom empezaba a inquietarse un poco.
-       U os apartáis tú y Bill de esas furcias a las que tenéis valor de decirles novias – lo amenazó – o ellas lamentarán haber decidido juntarse a vosotros y tú y tu hermano tendréis que sufrir que no os puedan mirar a la cara durante el resto de vuestros días.
-       ¿Quién eres? – el tono de voz de Tom se empezó a elevar, asustado y furioso a la vez -. ¿Y quién te crees que eres para amenazarlas?
-       Te importa poco mi nombre ahora mismo – a pesar de que Tom no podía descifrar de quién era la voz y su género, sí que podía notar que sonaba entre burlona, divertida e impaciente -. Lo único que tiene que interesarte es dejar a vuestras novias antes del último día de enero o todos sufriréis las consecuencias.
-       ¿Y por qué debería creerte todas tus amenazas? – preguntó Tom -. Simplemente podrías ser un farsante que intenta sacarme algo…
-       Tú cree lo que quieras – rió la voz desde el otro lado -. Yo ya te he llamado y como dice el dicho: “El que avisa no es traidor”. Tranquilo, volveré a llamarte para asegurarme de que no te olvidas.
-       Descuida, no lo haré – dijo Tom cuando ya se estaba apartando el móvil de la oreja y lo dejaba caer en la mesa sin ningún cuidado.
-       ¿Quién era? – preguntó Mery, angustiada al ver el rostro preocupado de su novio.
-       Algún anti fan del grupo que ha conseguido mi número – no quiso darle más explicaciones a la chica para no preocuparla -. Hablaré con David para que me cambien de número.
-       ¿Estás seguro de que no es nada? – Mery no sabía si creerle del todo.
-       Tranquila, liebe – Tom le tomó la cara entre las manos y acarició sus mejillas con los pulgares -. No es nada, y ahora date prisa que tenemos que ir a buscar a mi hermano y tu amiga – la reprendió en broma.
-       Serás… - sonrió Mery, tranquila, ante el cambio de humor del chico.
Terminaron de desayunar sin ningún percance más y salieron de la casa, dirección al garaje para irse al hospital, en busca de los que tenían que salir de allí de una vez por todas. Por fin, tras dos semanas de confinamiento entre todas aquellas paredes blancas con olor a inyección y gasa nueva dejarían de estar envolviéndoles a cada rato y como paisaje de encuentro encontrarían sitios más animados y alegres.
Llegaron veinte minutos después al enorme edificio, tras aparcar una vez más en el parking privado del hospital (Tom: Algo bueno tiene que tener el ser rico y tan famoso ¿no?). Salieron cogidos de la mano y haciéndose arrumacos. Atravesaron las salas ocupadas y desocupadas que estaban en medio de su objetivo y en cinco minutos más estuvieron delante de la habitación de June.
Estaban solos ella y Bill. Como Gustav y Georg había ido con Dasha a casa de sus padres y Eric estaba trabajando y Derek se había ido de vacaciones con su familia, sólo habían quedado disponibles Mery y Tom para que fueran a buscarles. Mery no se había ido con su familia porque, como era hija única, sus padres habían aprovechado y se habían ido de vacaciones durante una semana a Tenerife.
-       Estás que te sales, amiga – gritó Mery cuando vio a June por fin sin su ropa de hospital.
-       No exageres – pidió June, sonrojada.

 
(Llevaba esto puesto)






-       Hola Bill, buenos días. ¿Cómo estás? Muy bien Mery, gracias, ¿y tú? – dijo éste con sarcasmo.
-       Hola chicos, ¿preparados para la libertad? – rió Mery de las bromas de Bill.
-       ¡Sí! – respondieron a coro June y Bill, riéndose.
-       Me recuerda a la canción del principio de Bob Esponja – rió Mery.
-       ¿Bo… qué? – preguntaron los gemelos a la vez extrañados.
-       ¡Venga hombre! – exclamó Mery, asombrada -. ¿No me diréis que no conocéis a la esponja marina más famosa del mundo?
-       ¿Esponja marina? – preguntó Tom soltando un bufido mientras Bill intentaba contener una carcajada.
-       Sí… ya sabéis – y June empezó a canturrear -: “¿Quién vive en la piña debajo del mar? ¡Bob Es-pon-ja! Esponja amarilla…” ¿En serio no os suena? A Tannie y Dan les encanta a pesar de que es una tontería con t mayúscula.
-       Decidido, cuando vayamos a casa miramos la tele a ver cuándo dan – Mery negaba con la cabeza, fingiendo contrariedad -. No os podéis quedar sin conocerle.
-       ¿Mery, puedes cortar el rollo y sacarnos de aquí? – pidió June entre risas, viendo las caras de los gemelos.
Por fin salieron, tras despedirse de una enfermera que había tratado muy amablemente a June y que había sido la única que no había intentado flirtear con Bill. Aunque había que tener en cuenta que tenía la edad para ser… su bisabuela por lo menos. Por los pasillos se cruzaron con el cirujano que había tratado a June, y éste, al reconocerla se despidió de ella con un asentimiento de cabeza.
Era un doctor joven y bastante guapo, por lo que había atraído inmediatamente la atención de Mery. Lo había mirado desde lejos cuando se acercaban a él, una vez más cuando estaba a la par de ellos y por última vez cuando ya lo habían dejado atrás y giró la cabeza por completo para poder mirarle de nuevo, casi estrellándose contra una pared cuando se dio la vuelta.
-       ¿Guapo, eh? – rió June ante la cara de su amiga.
-       Ese hombre es un gran D – asintió Mery mientras se daba aire con una mano, fingiendo que estaba acalorada -, de Divino y Déjame tocarte todo, papi, ¡si estás buenísimo!
June rió mucho con la salida de su amiga, pero a Bill le pareció que su hermano no se lo tomaba tan bien. Le dio un codazo para quitarle la cara de morros que se le había quedado pero a cambio recibió la mirada siniestra que le lanzó Tom.
-       Mery, me da que alguien no se lo ha tomado bien – rió Bill.
-       ¿Quién? ¿El gran D? – fingió confundirse y se giró hacia Tom -. Pero miradle, ¡si es un papi! – añadió mientras le agarraba los mofletes y se los sacudía.
-       ¡Claro! Primero miras a otro y luego a mí, mimos – refunfuñó Tom.
-       ¿Quién otro? – preguntó Mery.
-       ¡El médico! – le soltó el guitarrista.
-       ¿Míster Bisturí? – preguntón Mery y fingió que le recorría un escalofrío -. Me dan pánico los médicos con cuchillos. Pero ¿qué tiene que ver él con Tom?
-       ¿Conmigo? – se enojó Tom -. Te has quedado mirando a Míster Bisturí y cuando June te ha comentado que era guapo, tú has soltado el rollo de la Gran D.
-       ¡Ay, mi niño hermoso y celoso! – rió Mery mientras lo abrazaba -. El Gran D eres tú. Míster Bisturí me da miedo porque es el señor que me curó de apendicitis cuando tenía catorce años y cuando me desperté tenía el cuchillito en la mano todavía lleno de sangre.
-       ¿De verdad yo soy el Gran D? – rió Tom, animado.
-       Sí, mimoso – rió Mery mientras le daba un beso muy tierno -. Mis ojos son sólo para ti, tontito.
-       Eso me gusta más, porque si no, por tu culpa, June y tú os quedabais sin sorpresa – tanteó Tom.
-       ¿Sorpresa? – preguntaron las dos a la vez, ilusionadas -. ¿Cuál? – añadió June, volviéndose hacia Bill.
-       Si os la dijésemos, no sería sorpresa – rió Bill mientras le rodeaba la cintura con una mano y la empujaba hacia fuera.
No les dijeron nada a pesar de que insistieron las dos, una y otra vez, preguntando qué era lo que les habían preparado. Llegaron al parking y se subieron todos en el coche de Tom...