Estuvieron conduciendo durante unos buenos treinta minutos y llegado este momento, Tom le pasó unos pañuelos a Bill para que con ellos tapara los ojos de las chicas. Tras protestar enérgicamente durante, las chicas al final se dejaron velar los ojos para que la sorpresa fuese más inesperada.
- ¿Vamos a un restaurante muy caro? – aventuró June, ya con los ojos tapados.
- No – contestaron los gemelos a la vez, con una enorme sonrisa en los labios.
- ¿A un club nocturno? – preguntó Mery con picardía.
- Sí, claro amor. A las once y media de la mañana – rió su novio -. Pues claro que no.
- ¿De compras? – otra vez June.
- No – Bill le dio un beso en la mejilla y ella se apoyó contra su pecho mientras los brazos del chico la rodeaban.
- ¿Al parque de atracciones?
- Aunque acertéis no os lo vamos a decir – rió Tom.
- Uy, estás evadiendo el tema – sonrió Mery -. Eso es que andamos cerca.
- Puede que sí o puede que no – contestó Bill con misterio.
Tras otros diez minutos, en los que terminaron de llegar al sitio especial y Tom aparcaba, por fin llegaron a su destino. Las bajaron del coche a ciegas y les hicieron andar unos cuantos metros a ciegas y cuando llegaron a la puerta de su sorpresa. Les quitaron los pañuelos y ellas pudieron ver que estaban a las puertas del… Zoo Aquarium de Madrid.
- Hacía años que no venía – rió June ilusionada, mientras tiraba de Bill y corrían hacia la cabina para comprar la entrada.
- Tom, es lo mejor que podríais haber hecho – le dio las gracias Mery a su novio mientras miraba a su amiga enternecida.
- ¿Por qué? – le preguntó intrigado, mientras rodeaba su cintura con los brazos y apoyaba su barbilla en el hombro de ella.
- June venía a menudo aquí con sus padres – explicó la chica mientras miraba lo tiernos que estaban June y Bill entrando y les tocaba a ellos comprar entradas -. Era una especie de ritual que seguían cada verano hasta que ella se hizo mayor y ya dejaron de venir. Ella siempre ha guardado sus mejores recuerdos de ellos en este sitio – añadió mientras empezaba a hurgar en su bolso.
- Me alegro por ella entonces – mientras detenía su mano y sacaba su propia cartera -. Espero que estuvieses buscando el móvil para ver qué hora era, porque como fueses a darme dinero para pagar tu parte me sentiría ofendido.
- Pero amor… - protestó Mery mientras su novio pagaba la entrada de los dos -, no es muy barato que digamos.
- Nuestra primera velada romántica costó mucho más – le sonrió con picardía -. Además es de las pocas cosas que puedo ofrecerte – añadió mientras recibía las entradas de mano de una señora que mascaba chicle al otro lado de la ventanilla, aburrida.
En aquel momento Mery se giró repentinamente y le besó con pasión y mucho, muchísimo amor mientras rodeaba su cara con las dos manos. El chico, cuando se recuperó de la primera impresión, rodeó la cintura de la chica con los dos brazos y le siguió el beso.
- No digas eso ni en broma – le riñó Mery cuando se separaron y escondió su cabeza en el hueco entre su cuello y hombro -. Tú puedes ofrecerme mucho.
- ¿Cómo qué? – la retó él.
- Amor – contestó ella sin dudar y besándolo otra vez -. Y una vida feliz a tu lado – añadió cuando se separaron.
- Mentira. Lo único que te podré dar es angustias y celos – protestó el chico, ya con cierto dramatismo.
- Mira Tom, eso ya es una rotunda barbaridad con b de burrada – comenzó a medio enojarse Mery -. Apréciate un poco más, sé hombre, no te pongas a lloriquear como una niña
- ¿Me acabas de decir niña? – sonrió Tom, olvidado el momento melodramático.
- ¿Qué vas a hacer? – preguntó Mery mientras empezaba a correr.
Pero Tom fue más rápido, la alcanzó y la levantó en vilo para echársela sobre un hombro como si fuera un saco de patatas. Cuando pasaron la valla que daba al Zoo se les acercó un fotógrafo que los miró asombrado mientras les preguntaba si querían que les sacara una foto.
- No – sonrió Tom -, sería muy comprometida.
- ¡Bájame de aquí, alimaña! ¡Bruto! ¡Animal de feria! – protestaba Mery mientras se sacudía y le pegaba manotazos a su novio en la espalda -. ¡Bestiaaaa! ¡Suéltame de una vez!
- Sólo si admites que no soy niña y soy todo un macho cabrío – negoció Tom.
- ¿En serio? – tanteó Mery.
- En serio – prometió Tom.
- De acuerdo – suspiró, divertida -. Eres todo un “Macho-man”. Un hombre con h mayúscula, un “¡semental, baby!” en palabras de Asno el de Shrek…
- Ya, ya… - rió Tom mientras la bajaba ante la atónita mirada de los otros dos -, con tantos halagos vas a conseguir que me sonroje.
- Oye, par de tórtolos - les llamó Bill -. Dentro de un rato hay una exhibición de delfines, ¿vamos a verla?
- ¿A qué hora? – preguntó Tom.
- A las doce – contestó June, examinando la hoja con los horarios de exhibiciones que les habían dado en la entrada.
- Pues son menos diez – dijo Mery mirándose el reloj que llevaba en la muñeca -. Así que si nos damos prisa, llegamos y estamos allí un rato, cómodamente sentados.
- ¡Hey! – exclamó June mirando el reloj de su amiga -. Ése te lo regalé yo.
- Sí – sonrió la otra -. Es uno de los que más uso.
- Bueno, ¡allá vamos delfines! – exclamó Bill mientras empezaba a andar hacia delante pero lo paró June, agarrándolo de su abrigo.
- Que no es por ahí – rió mientras le daba media vuelta -, si vamos por aquí llegaremos mucho antes.
- Como mandes, princesa – Bill le cogió de la mano y se pusieron rumbo a la piscina de los delfines.
Rápidamente, Tom y Mery les alcanzaron, también cogidos de la mano, y anduvieron al lado de ellos. Rieron mientras les alcanzaban y no paraban de gastarse bromas entre ellos. Llegaron cinco minutos antes de que empezara el espectáculo de los delfines.
Los cuatro disfrutaron mucho de él. Los gemelos viéndolo por primera vez y admirando la inteligencia de aquellos bellos animales y las dos amigas recordando momentos felices pasados.
Paseaban tranquilamente excepto cuando alguna de las dos amigas, veía algún animal al que le hacía ilusión ver y agarrando la mano del que tuviese más cerca, echaba a correr hacia su jaula y se ponía a hacer morisquetas con la cara a través del cristal o lo que fuera que mantenía cautivos a los animales.
Comieron en uno de los restaurantes que proporcionaba el Zoo y después siguieron el caprichoso recorrido que June y Mery habían puesto, recorriendo el Zoo sin orden alguno.
Al final del día, recibieron una llamada de Dasha, que volvía de la casa de sus familiares en compañía de Georg y Gustav. Los chicos ya no tenían ninguna razón por la que quedarse en el hotel que estaba cerca del hospital, y de momento no sabían dónde podían quedarse.
June les ofreció su casa para que se quedaran allí durante el tiempo en el que encontraban otro hotel o para que se quedaran allí hasta que tuvieran que irse. El piso en el que vivía junto con Dasha y Mery. Era muy grande, ya que los padres de June habían sido lo suficientemente ricos por ser los copropietarios de la empresa de coches en la que trabajaba Eric, junto con el padre de éste último. Además habían comprado unas acciones que habían algunos años después habían vendido a muy buen precio y consiguieron reunir una pequeña riqueza más con aquello.
No habían sido personas materialistas, porque habían ayudado tanto a unos cuantos albergues de indigentes y mandaban una respetable cantidad de dinero a países tercer mundistas, siendo el intermediario el tío de la madre de June, que trabajaba solidariamente en un país llamado Burundi, por lo que sabían que el dinero llegaba allí sin perderse.
Cada una de las tres amigas dormía en una habitación y aún así, quedaba una libre, porque también habían comprado parte del desván, que quedaba justo encima del apartamento, y allí habían construido otra habitación y otro baño. Aparte, siempre quedaban los sofás del salón.
Los chicos le agradecieron el gesto y condujeron junto a Dasha hasta la casa de la recién salida del hospital. Una vez estuvieron en el apartamento, June dispuso las habitaciones de modo que todos pudieran descansar tranquilamente. Todas las habitaciones tenían dos camas, excepto la de ella, que tenía una cama de matrimonio enorme. Dispusieron que en el desván dormirían Georg y Gustav, Dasha en su habitación, Mery y Tom en la de la primera y Bill compartiría la cama con la propietaria de la casa.
Todos silbaron, traviesos y pícaros, cuando Bill sonrió encantado al enterarse de que iba a dormir en compañía de su novia.
- Juntitos ¿eh? – lo pinchó Tom -. Parece que mi hermanito va a por todas.
- ¡Cállate! – rugió el cantante, poniéndose colorado de la vergüenza.
- Tom, me parece a mí que no eres el más indicado para decir nada – lo retó June -, ¿no crees?
- Pero todo el mundo se esperaba eso de mí – rió el gemelo mayor -, pero de él…
- Mira Tom – lo amenazó Mery -, como continúes con esa odiosa actitud de hermano mayor, te pasas una semana sin mojar.
Todos los demás lo miraron entre atónitos y asombrados. Sin saber si echarse a reír o apartar la vista avergonzados.
- Vosotros fingid que no habéis oído nada – les ordenó a los demás mientras se dirigía a la cocina para empezar a cocinar algo.
Aquello superó cualquier obstáculo que les había impedido reírse y empezaron a desternillarse. No aguantaban las carcajadas al ver la cara de desconcierto que tenía Tom pintada en la cara mientras miraba hacia donde su novia había desaparecido.
June le dio una colleja cuando pasó al lado de él para ayudar con la cena para que reaccionase. Dasha la siguió de cerca, pero se limitó a mirarle a la cara y seguir riéndose. Por fin, pareció reaccionar y se fue él también a la cocina y cogió a Mery por la cintura desde detrás. Ella estaba mezclando la harina y la leche para hacer una besamel para los espaguetis que se estaban cociendo al lado en una cacerola.
- Sin mojar, ¿eh? – rió apoyando su barbilla en su hombro y susurrándole al oído -. Yo no aguantaría, pero… ¿y tú? ¿Crees que tú aguantarías?
- ¿Eso que oigo en tu voz es un reto? – le retó ella separándose un poco y poniendo los brazos en jarras.
- No, porque capaz que te lo tomas en serio – siguió riéndose y fue saliendo de la cocina.
- ¿Te vas así, sin más? – protestó ella, poniendo morritos.
- ¿Quieres que te ayude a cocinar? – Tom fingió que no sabía a qué se refería, volviendo a acercarse hacia ella -. Te aviso de antemano que soy malísimo.
- No, tonto – protestó mientras le ofrecía la mejilla pero él le besaba los labios -. Tramposo – rió, mientras volvía a salir y ella se quedaba con las chicas.
Terminaron el día, relajados y contestos de estar unos con los otros. Cenaron entre risas y bromas los deliciosos espaguetis que había preparado Mery con la ayuda de June y Dasha.
June recibió una llamada de su primo cuando se estaba acostando y le prometió que al día siguiente iría a su casa a desayunar y que sentía mucho no haber podido estar ese día con ella.
Colgó, feliz, de estar ya por fin en casa y rodeada de las personas que quería y la querían. Se metió debajo de la colcha gordita que usaba para calentarse en invierno y se abrazó al pecho de Bill, que la recibió medio dormido rodeándole el talle con los brazos. Susurró un confuso “buenas noches” en su oído cuando la apretó contra su cuerpo y al poco rato ya respiraba acompasadamente, muestra de que estaba profundamente dormido.
Se durmieron todos tranquilos, sin nada que les preocupase, olvidada la misteriosa llamada que había recibido por la mañana por parte de Tom. Pero pronto descubrirían que las cosas no les iban a ser tan fáciles como hasta entonces. Para dar fe de ello, una malvada sonrisa se escapaba de una mujer que en aquel momento se alejaba del edificio en el que estaban, una vez vio que todas las luces se apagaron.
Pronto, las cosas empezarían a ponerse tensas, aunque ninguno de ellos sospechaba nada todavía porque… ¿de qué tendrían que preocuparse?...
- ¿Vamos a un restaurante muy caro? – aventuró June, ya con los ojos tapados.
- No – contestaron los gemelos a la vez, con una enorme sonrisa en los labios.
- ¿A un club nocturno? – preguntó Mery con picardía.
- Sí, claro amor. A las once y media de la mañana – rió su novio -. Pues claro que no.
- ¿De compras? – otra vez June.
- No – Bill le dio un beso en la mejilla y ella se apoyó contra su pecho mientras los brazos del chico la rodeaban.
- ¿Al parque de atracciones?
- Aunque acertéis no os lo vamos a decir – rió Tom.
- Uy, estás evadiendo el tema – sonrió Mery -. Eso es que andamos cerca.
- Puede que sí o puede que no – contestó Bill con misterio.
Tras otros diez minutos, en los que terminaron de llegar al sitio especial y Tom aparcaba, por fin llegaron a su destino. Las bajaron del coche a ciegas y les hicieron andar unos cuantos metros a ciegas y cuando llegaron a la puerta de su sorpresa. Les quitaron los pañuelos y ellas pudieron ver que estaban a las puertas del… Zoo Aquarium de Madrid.
- Hacía años que no venía – rió June ilusionada, mientras tiraba de Bill y corrían hacia la cabina para comprar la entrada.
- Tom, es lo mejor que podríais haber hecho – le dio las gracias Mery a su novio mientras miraba a su amiga enternecida.
- ¿Por qué? – le preguntó intrigado, mientras rodeaba su cintura con los brazos y apoyaba su barbilla en el hombro de ella.
- June venía a menudo aquí con sus padres – explicó la chica mientras miraba lo tiernos que estaban June y Bill entrando y les tocaba a ellos comprar entradas -. Era una especie de ritual que seguían cada verano hasta que ella se hizo mayor y ya dejaron de venir. Ella siempre ha guardado sus mejores recuerdos de ellos en este sitio – añadió mientras empezaba a hurgar en su bolso.
- Me alegro por ella entonces – mientras detenía su mano y sacaba su propia cartera -. Espero que estuvieses buscando el móvil para ver qué hora era, porque como fueses a darme dinero para pagar tu parte me sentiría ofendido.
- Pero amor… - protestó Mery mientras su novio pagaba la entrada de los dos -, no es muy barato que digamos.
- Nuestra primera velada romántica costó mucho más – le sonrió con picardía -. Además es de las pocas cosas que puedo ofrecerte – añadió mientras recibía las entradas de mano de una señora que mascaba chicle al otro lado de la ventanilla, aburrida.
En aquel momento Mery se giró repentinamente y le besó con pasión y mucho, muchísimo amor mientras rodeaba su cara con las dos manos. El chico, cuando se recuperó de la primera impresión, rodeó la cintura de la chica con los dos brazos y le siguió el beso.
- No digas eso ni en broma – le riñó Mery cuando se separaron y escondió su cabeza en el hueco entre su cuello y hombro -. Tú puedes ofrecerme mucho.
- ¿Cómo qué? – la retó él.
- Amor – contestó ella sin dudar y besándolo otra vez -. Y una vida feliz a tu lado – añadió cuando se separaron.
- Mentira. Lo único que te podré dar es angustias y celos – protestó el chico, ya con cierto dramatismo.
- Mira Tom, eso ya es una rotunda barbaridad con b de burrada – comenzó a medio enojarse Mery -. Apréciate un poco más, sé hombre, no te pongas a lloriquear como una niña
- ¿Me acabas de decir niña? – sonrió Tom, olvidado el momento melodramático.
- ¿Qué vas a hacer? – preguntó Mery mientras empezaba a correr.
Pero Tom fue más rápido, la alcanzó y la levantó en vilo para echársela sobre un hombro como si fuera un saco de patatas. Cuando pasaron la valla que daba al Zoo se les acercó un fotógrafo que los miró asombrado mientras les preguntaba si querían que les sacara una foto.
- No – sonrió Tom -, sería muy comprometida.
- ¡Bájame de aquí, alimaña! ¡Bruto! ¡Animal de feria! – protestaba Mery mientras se sacudía y le pegaba manotazos a su novio en la espalda -. ¡Bestiaaaa! ¡Suéltame de una vez!
- Sólo si admites que no soy niña y soy todo un macho cabrío – negoció Tom.
- ¿En serio? – tanteó Mery.
- En serio – prometió Tom.
- De acuerdo – suspiró, divertida -. Eres todo un “Macho-man”. Un hombre con h mayúscula, un “¡semental, baby!” en palabras de Asno el de Shrek…
- Ya, ya… - rió Tom mientras la bajaba ante la atónita mirada de los otros dos -, con tantos halagos vas a conseguir que me sonroje.
- Oye, par de tórtolos - les llamó Bill -. Dentro de un rato hay una exhibición de delfines, ¿vamos a verla?
- ¿A qué hora? – preguntó Tom.
- A las doce – contestó June, examinando la hoja con los horarios de exhibiciones que les habían dado en la entrada.
- Pues son menos diez – dijo Mery mirándose el reloj que llevaba en la muñeca -. Así que si nos damos prisa, llegamos y estamos allí un rato, cómodamente sentados.
- ¡Hey! – exclamó June mirando el reloj de su amiga -. Ése te lo regalé yo.
- Sí – sonrió la otra -. Es uno de los que más uso.
- Bueno, ¡allá vamos delfines! – exclamó Bill mientras empezaba a andar hacia delante pero lo paró June, agarrándolo de su abrigo.
- Que no es por ahí – rió mientras le daba media vuelta -, si vamos por aquí llegaremos mucho antes.
- Como mandes, princesa – Bill le cogió de la mano y se pusieron rumbo a la piscina de los delfines.
Rápidamente, Tom y Mery les alcanzaron, también cogidos de la mano, y anduvieron al lado de ellos. Rieron mientras les alcanzaban y no paraban de gastarse bromas entre ellos. Llegaron cinco minutos antes de que empezara el espectáculo de los delfines.
Los cuatro disfrutaron mucho de él. Los gemelos viéndolo por primera vez y admirando la inteligencia de aquellos bellos animales y las dos amigas recordando momentos felices pasados.
Paseaban tranquilamente excepto cuando alguna de las dos amigas, veía algún animal al que le hacía ilusión ver y agarrando la mano del que tuviese más cerca, echaba a correr hacia su jaula y se ponía a hacer morisquetas con la cara a través del cristal o lo que fuera que mantenía cautivos a los animales.
Comieron en uno de los restaurantes que proporcionaba el Zoo y después siguieron el caprichoso recorrido que June y Mery habían puesto, recorriendo el Zoo sin orden alguno.
Al final del día, recibieron una llamada de Dasha, que volvía de la casa de sus familiares en compañía de Georg y Gustav. Los chicos ya no tenían ninguna razón por la que quedarse en el hotel que estaba cerca del hospital, y de momento no sabían dónde podían quedarse.
June les ofreció su casa para que se quedaran allí durante el tiempo en el que encontraban otro hotel o para que se quedaran allí hasta que tuvieran que irse. El piso en el que vivía junto con Dasha y Mery. Era muy grande, ya que los padres de June habían sido lo suficientemente ricos por ser los copropietarios de la empresa de coches en la que trabajaba Eric, junto con el padre de éste último. Además habían comprado unas acciones que habían algunos años después habían vendido a muy buen precio y consiguieron reunir una pequeña riqueza más con aquello.
No habían sido personas materialistas, porque habían ayudado tanto a unos cuantos albergues de indigentes y mandaban una respetable cantidad de dinero a países tercer mundistas, siendo el intermediario el tío de la madre de June, que trabajaba solidariamente en un país llamado Burundi, por lo que sabían que el dinero llegaba allí sin perderse.
Cada una de las tres amigas dormía en una habitación y aún así, quedaba una libre, porque también habían comprado parte del desván, que quedaba justo encima del apartamento, y allí habían construido otra habitación y otro baño. Aparte, siempre quedaban los sofás del salón.
Los chicos le agradecieron el gesto y condujeron junto a Dasha hasta la casa de la recién salida del hospital. Una vez estuvieron en el apartamento, June dispuso las habitaciones de modo que todos pudieran descansar tranquilamente. Todas las habitaciones tenían dos camas, excepto la de ella, que tenía una cama de matrimonio enorme. Dispusieron que en el desván dormirían Georg y Gustav, Dasha en su habitación, Mery y Tom en la de la primera y Bill compartiría la cama con la propietaria de la casa.
Todos silbaron, traviesos y pícaros, cuando Bill sonrió encantado al enterarse de que iba a dormir en compañía de su novia.
- Juntitos ¿eh? – lo pinchó Tom -. Parece que mi hermanito va a por todas.
- ¡Cállate! – rugió el cantante, poniéndose colorado de la vergüenza.
- Tom, me parece a mí que no eres el más indicado para decir nada – lo retó June -, ¿no crees?
- Pero todo el mundo se esperaba eso de mí – rió el gemelo mayor -, pero de él…
- Mira Tom – lo amenazó Mery -, como continúes con esa odiosa actitud de hermano mayor, te pasas una semana sin mojar.
Todos los demás lo miraron entre atónitos y asombrados. Sin saber si echarse a reír o apartar la vista avergonzados.
- Vosotros fingid que no habéis oído nada – les ordenó a los demás mientras se dirigía a la cocina para empezar a cocinar algo.
Aquello superó cualquier obstáculo que les había impedido reírse y empezaron a desternillarse. No aguantaban las carcajadas al ver la cara de desconcierto que tenía Tom pintada en la cara mientras miraba hacia donde su novia había desaparecido.
June le dio una colleja cuando pasó al lado de él para ayudar con la cena para que reaccionase. Dasha la siguió de cerca, pero se limitó a mirarle a la cara y seguir riéndose. Por fin, pareció reaccionar y se fue él también a la cocina y cogió a Mery por la cintura desde detrás. Ella estaba mezclando la harina y la leche para hacer una besamel para los espaguetis que se estaban cociendo al lado en una cacerola.
- Sin mojar, ¿eh? – rió apoyando su barbilla en su hombro y susurrándole al oído -. Yo no aguantaría, pero… ¿y tú? ¿Crees que tú aguantarías?
- ¿Eso que oigo en tu voz es un reto? – le retó ella separándose un poco y poniendo los brazos en jarras.
- No, porque capaz que te lo tomas en serio – siguió riéndose y fue saliendo de la cocina.
- ¿Te vas así, sin más? – protestó ella, poniendo morritos.
- ¿Quieres que te ayude a cocinar? – Tom fingió que no sabía a qué se refería, volviendo a acercarse hacia ella -. Te aviso de antemano que soy malísimo.
- No, tonto – protestó mientras le ofrecía la mejilla pero él le besaba los labios -. Tramposo – rió, mientras volvía a salir y ella se quedaba con las chicas.
Terminaron el día, relajados y contestos de estar unos con los otros. Cenaron entre risas y bromas los deliciosos espaguetis que había preparado Mery con la ayuda de June y Dasha.
June recibió una llamada de su primo cuando se estaba acostando y le prometió que al día siguiente iría a su casa a desayunar y que sentía mucho no haber podido estar ese día con ella.
Colgó, feliz, de estar ya por fin en casa y rodeada de las personas que quería y la querían. Se metió debajo de la colcha gordita que usaba para calentarse en invierno y se abrazó al pecho de Bill, que la recibió medio dormido rodeándole el talle con los brazos. Susurró un confuso “buenas noches” en su oído cuando la apretó contra su cuerpo y al poco rato ya respiraba acompasadamente, muestra de que estaba profundamente dormido.
Se durmieron todos tranquilos, sin nada que les preocupase, olvidada la misteriosa llamada que había recibido por la mañana por parte de Tom. Pero pronto descubrirían que las cosas no les iban a ser tan fáciles como hasta entonces. Para dar fe de ello, una malvada sonrisa se escapaba de una mujer que en aquel momento se alejaba del edificio en el que estaban, una vez vio que todas las luces se apagaron.
Pronto, las cosas empezarían a ponerse tensas, aunque ninguno de ellos sospechaba nada todavía porque… ¿de qué tendrían que preocuparse?...
tía, que capitulazo!!!
ResponderEliminarha sido increíble, me has hecho reír como siempre, ha estado genial!!!
pero, creo que nos debes una aclaración de por qué has estado tanto tiempo sin subir; ha merecido la pena, pero....ha sido mucho tiempo...
sabes cuanto he extrañado tus comentarios??
pues mucho!!! :(
bueno, si consigo que leas esto, pásate por mi blog y me haces saber que sigues viva -no te lo tomes a mal, que yo te aprecio y te sigo queriéndo mucho, mucho!! <33
Haciq mucho qe no subias, y ahora subes ! sube pronto qe amè el capitulo
ResponderEliminarholaaaaaaaaa me encanto la fic pero siguela por fis!! revisare todos los dias si tienes algo nuevo!! saludes
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