- ¡Estas chicas nos van a desplumar! – protestó Georg mientras Tom pagaba a la dependienta de la tienda y se iban.
- No te quejes tanto, Geo – rió Gustav mientras veía a Tom haciendo malabares con la de bolsas que llevaba en las manos -. Al fin y al cabo, la idea ha sido nuestra.
- Era broma – le dijo Georg mientras le daba una colleja -, a mí también me hace ilusión eso de comprarles regalos, además estamos teniendo estancia casi gratis.
- Pero cocinan ellas y nosotros compramos la comida – le recordó Bill, que iba tan o más cargado que su hermano.
- Bill, creo que June estaría contentísima incluso si sólo le hubieses comprado un regalo – se burló Tom.
- Mi liebe se merece lo mejor – le contestó el cantante -, además no eres el mejor para reprocharme eso – le retó – ya que tú lo que llevas hasta ahora es sólo para Mery.
- ¡Mentira! – soltó el guitarrista -. También te he comprado algo a ti.
- ¿En serio? – preguntó emocionado acercándose hacia él y mirando dentro de sus bolsas -. ¿Qué es?
- No seas cotilla – le riñó mientras se apartaba de él.
- ¡Pero déjame ver! – protestó el cantante como si fuera un niño mimado.
- Bill, son regalos de Navidad, ¡no se abren hasta el siguiente día!
- Pero…
- ¡Ya basta! – protestó Gustav mientras se ponía en medio de los dos -. Todavía tenemos que buscar más cosas, así que dejad de discutir como idiotas y poneos en marcha.
- Sí – aceptaron los dos agachando la cabeza como perros apaleados.
- Ya hemos comprado nuestro regalos y los de las chicas – numeró Georg -, pero nos faltan David, Eric, Derek, Natalie, Genna…
- ¡No te olvides de Susanna y los niños! – le recordó Bill mientras se paraba delante de una tienda de juguetes.
- ¿Entramos? – aventuró Tom, mirando los escaparates.
- ¿No os da corte entrar en una tiendas de juegos de niños? – preguntó Georg un poco incómodo mientras entraban -. Quiero decir, ni los padres de los críos entran…
- Eres tan idiota, Georg – suspiró Bill.
- Pero ¡piénsalo! – le pidió -. Cuatro tíos entre 21 y 23 años en una tien…
- ¡Mirad esto! – gritó Bill emocionado levantando un enorme unicornio de peluche -. ¿No le encantaría a Tannie?
- ¿Dónde piensas llevarlo, inteligente? – se rió Gustav.
- Ve y acerca mi coche – le ordenó mientras le tendía las llaves de su carro.
- Siempre tengo que hacer el trabajo sucio – bromeó el percusionista.
- Míralo por este lado – le comentó Bill mientras se iba a la caja para pagar el peluche -, podrás descargarte de tus bolsas también.
Mientras tanto, Georg y Tom se pusieron a buscar algo para Danniel. Había dejado atrás la sección de niños y estaban metidos entre estanterías llenas de muñecos de acción y videojuegos. Encontraron una pequeña máquina de videojuego que sabían que no tenía, porque habían ido unas cuantas veces a casa a visitarles y quedarse toda la tarde repantingados en el sofá con los mandos en las manos y los ojos puestos en la gran pantalla de televisión. Le compraron también algunos juegos para que pudiese estrenarla nada más abrir su regalo.
Mientras se dirigían a pagar, Bill asomó la cabeza por un pasillo paralelo y les avisó que Gustav había llegado con el coche y estaba esperando cerca de la puerta de la tienda. Cuando se acercaban a la caja, Tom vio un juego de figuritas de porcelana. Sabía que a Susanna le encantaban y estaba haciendo una colección que ocupaba casi todos los estantes de su habitación y el salón. Cargó a Georg con los regalos de Dan y se acercó a por el pack mientras mandaba al bajista por delante a pagar. Agarró cuidadosamente la caja en la que estaban metidas en medio de plástico con burbujas para que no se rompieran y fue a reunirse con Georg.
- ¿Qué es eso? – le preguntó el mayor de los cuatro cuando lo vio llegar con la caja.
- El regalo para la tía Susanna – respondió Tom mientras se lo pasaba a la cajera para que se lo cobrara.
Pagaron por fin todo y fueron al encuentro de Bill y Gustav, que estaban jugando a Tetris intentando encajar todas las bolsas de forma ordenada para que no se rompieran en el maletero del coche de Bill. Cuando metieron las nuevas adquisiciones que traían Georg y Tom, cerraron la puerta de un fuerte golpe. Bill hizo que Gustav se bajara del puesto del conductor y se metió él mientras su hermano ocupaba el lugar del copiloto y los otros dos entraban atrás. Se pusieron en marcha y condujeron hasta un polígono en el que Susanna les había dicho que había más centros comerciales.
Una vez allí, compraron los regalos para las últimas personas que les quedaban y una vez logrado su objetivo, se quedaron en un bar que había en uno de los edificios para refrescarse y relajarse después de toda una mañana de shopping...